Llega el verano, y con él, el calor… y el frío. Gracias a los aires acondicionados llegamos a pasar más frío en verano que en invierno, especialmente en algunas oficinas donde llega a ser causante de problemas físicos y hasta personales.
La realidad es que los trabajadores de oficinas se ven especialmente afectados por el contraste entre el calor extremo y el frío excesivo, resultando que el 20% de los resfriados y 50% de las bajas laborales se producen en verano, en muchos casos por un mal uso del aire acondicionado.
El cuerpo es capaz de adaptarse a los cambios de temperatura progresivos mediante pequeñas variaciones fisiológicas.
Pero hasta que se inventó el aire acondicionado, no había tenido que soportar cambios bruscos de hasta 20ºC (no es saludable que haya más de 12ºC de diferencia entre el interior y el exterior).
No es posible definir la “temperatura perfecta” porque depende de cada individuo, de su edad, del resto de condiciones ambientales, del tipo de trabajo, del contraste de temperatura (por ejemplo, dependiendo de las condiciones ambientales, 20ºC pueden ser percibidos como calor en invierno, o como frío en verano).
En cualquier caso, en general se recomienda estar entre 20-24ºC (en edificios institucionales se limita a 24ºC, también por motivos de ahorro energético, ya que cada grado supone un incremento del 7-8% del consumo).
Existe reglamentación en este sentido (RD 485/1997, por el que se regula la Seguridad y Salud en los Lugares de Trabajo), pero no es muy específica: únicamente dice que “la exposición a las condiciones ambientales de los lugares de trabajo no debe suponer un riesgo para la seguridad y salud de los trabajadores”, y sitúa la temperatura de los lugares de trabajo (sedentario) en una horquilla que varía entre 17ºC y 27ºC
Conseguir 22ºC de temperatura general puede suponer para el que está frente al chorro del aire sufrir una corriente directa a 16ºC.
Los aires acondicionados secan el ambiente, que es otra forma de dar sensación de frescor. Lo correcto es que la humedad esté entre el 35% y el 60%.
La falta de un correcto mantenimiento y ventilación puede propiciar la aparición de la bacteria Legionella pneumophila (que puede provocar neumonía), y de los hongos Aspergillus niger y Aspergillus fumigatus (que pueden provocar diferentes enfermedades alérgicas respiratorias).
Y por supuesto, el deterioro del ambiente laboral debido a las peleas que se organizan en algunas oficinas con sube el aire/baja el aire…
La sequedad del ambiente puede provocar eczemas, prurito, irritaciones, sequedad de la piel…
Las corrientes directas de aire pueden provocar tortícolis, dolor en zona cervical, lumbalgia, contracturas…
La reducción de lágrima en el ojo que provoca la sequedad del ambiente origina escozor de ojos, conjuntivitis y poca tolerancia a las lentillas, especialmente si el trabajo consiste en pasar muchas horas frente al ordenador (donde disminuye la frecuencia de parpadeo).
Disminuyen las defensas de las mucosas, favoreciendo la aparición de tos, catarros, faringitis, rinitis, asma, neumonía.
El aire frío y la sequedad reducen las defensas del epitelio bronquial, favoreciendo las infecciones bacterianas y virales.
Está estudiado que al descender la temperatura (por ejemplo de 25ºC a 20ºC) aumentan los errores del trabajador.
Los cambios bruscos de temperatura pueden originar mareos y sudoración excesiva.
Son frecuentes también las migrañas y jaquecas, pudiéndose llegar a desvanecimientos, síncopes, agotamiento por calor, golpe de calor…
El grupo de mayor riesgo está entre los 45 y 64 años, debido a la disminución de la defensas.
Los ancianos también son un grupo de riesgo, pero al no estar sometidos al ambiente climatológico-laboral se dan menos problemas por esta causa entre ellos.
Por otro lado, los enfermos crónicos, especialmente si tienen problemas respiratorios pueden ver agravadas sus dolencias.
Como decíamos antes, si la temperatura ideal depende cada persona, es difícil dar una solución que agrade a todo el mundo. Los consejos anteriores son para evitar problemas, pero si persisten os indicamos algunos más:
Lo suyo es que el aire acondicionado se pueda regular de forma individual, y que esté bien repartido para evitar corrientes de aire superiores a 0.1 - 0.15 m/s.
Si eso no es posible, intentad ajustar las aletas de los aparatos para evitar corrientes directas. Colocar un papel delante de las rejillas sólo va a ser un foco de contaminación.
Se tienen que revisar las instalaciones periódicamente.
Las plantas aumentan la humedad relativa y filtran substancias nocivas del aire, mejorando el ambiente.
Respirar por la nariz para calentar y humidificar el aire que inhalamos.
Es aconsejable llevar alguna prenda de abrigo (ligera) que ayude al cuerpo a aclimatarse progresivamente a los ambientes fríos. Aunque no es lo ideal, a veces es mejor ponérsela también en el trabajo: no es obligatorio trabajar en mangas de camisa.
Hay que vigilar la hidratación del cuerpo tomando suficiente agua, evitando así los problemas respiratorios.
En conclusión, para tener un ambiente confortable y que no presente riesgos para la salud, es necesario usar el aire acondicionado racionalmente.
La alternativa es un uso descontrolado, que no sólo supone los problemas individuales aquí descritos, también un derroche energético, costoso y contaminante.